martes, 2 de junio de 2009

Confianza


Bueno, pues después de una vuelta del sur de lo más accidentada (vuelo retrasado, después cancelado, y regreso en coche alquilado a toda velocidad -con multa por exceso de ídem incluida), ya estoy aquí otra vez. En la hermosa cotidianeidad, nunca suficientemente ensalzada... un huerto y una biblioteca, no hace falta más.

Tengo que decir que la boda fue una preciosidad, que los novios estaban muy guapos y felices, que se dijeron que sí con una fórmula muy bonita que inventaron ellos (me entrego a ti, decían, "con tus grandes valores y virtudes y tus pequeños defectos", ¡¡sólo ellos podían decirlo así!!) y que lo pasamos en grande.

Y también que se cumplieron mis peores temores (me tocó conducir -alquilar coche a mi nombre, de hecho- ida y vuelta de la boda; estaba agotada y no dormí nada...) y que la convivencia no fue tan maravillosa como ha sido otras veces. Me lo temía y lo temía.

Pero esta mañana el Papa -hablando a unos niños de la Infancia Misionera- ha venido a responder a mis temores cumplidos. Hablaba de sus amigos de la infancia y decía: "Colaboramos bien, y tengo que decir que en alguna ocasión naturalmente también me peleé, pero después nos reconciliamos y olvidamos lo que había sucedido. Esto me parece importante. A veces, en la vida humana parece inevitable pelearse; pero lo importante es, de todos modos, el arte de reconciliarse, el perdón, volver a comenzar de nuevo y no dejar la amargura en el alma." Y acababa con este párrafo hermoso, hoy para mí:

"Como he dicho, no éramos santos: tuvimos nuestras peleas, pero de todos modos se daba una hermosa comunión, en la que las distinciones entre ricos y pobres, inteligentes y menos inteligentes no contaban. Contaba la comunión con Jesús en el camino de la fe común y de la responsabilidad común, en los juegos, en el trabajo común. Encontramos la capacidad para vivir juntos, para ser amigos, y a pesar de que desde 1937, es decir, desde hace más de setenta años, ya no he estado en ese pueblo, hemos permanecido amigos. Aprendimos a aceptarnos el uno al otro, a llevar el peso el uno del otro. Esto me parece importante: a pesar de nuestras debilidades, nos aceptamos y con Jesucristo, con la Iglesia, encontramos juntos el camino de la paz y aprendemos a vivir bien."

Resume bien esto, también, la parte de convivencia y amistad de este fin de semana, en lo que a mí se refiere.

Y ayer llegué a casa agotada, y qué alegría, mis padres queridos, recién vueltos también ellos de La Rioja, un viaje que han disfrutado a tope. Y me contaron una cosa que no pienso contar aquí, pero que me llenó de gozo, porque yo llevaba mucho tiempo pidiéndosela al Señor, y hace unos meses hasta me fuí a Lourdes a suplicarla, y como no me la daba empecé a desconfiar de que nunca me la fuera a dar... y ahora ha ocurrido. Ya se cumplió lo que tanto deseaba.

¿Por qué me debato entre los miedos y las dudas, si hay Uno que es más grande que mi corazón y cumple todos mis anhelos?

He hecho firme propósito de pasar esta semana entera dando gracias -he empezado una novena a la Virgen para hacerlo- y no voy a pedir nada-nada-nada. Por una vez, pienso pasar unos días como si de verdad me creyera que Alguien cuida nuestras vidas con más interés que nosotros mismos...

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