jueves, 30 de septiembre de 2010

Sólo se conoce lo que se relee

Por la mañana hablaba con mi mejor amiga sobre su "ruptura sentimental". Y que a veces te despista un poco el hecho cierto de que el mundo está lleno de personas a las que podrías querer, con las que podrías llevarte bien, etc., pero sólo si eliges, sólo si te vinculas con una, si te involucras, vamos, si dejas de ser un espectador que mira desde fuera y entras a saco, o sea, SI TE ENTREGAS, sólo entonces conoces de verdad a la otra persona, sólo entonces sabes de verdad lo que es querer y que te quieran. Nada real ocurre en el mundo de las posibilidades. (Pasa igual con la amistad, aunque en el amor se ve de forma más radical porque es UNA persona, pero también el que pasa por la vida pensando que puede ser amigo de un montón de gente pero no se involucra con nadie, al final no tiene ningún amigo).

Por la tarde encontré un alma gemela intelectual, padre de ocho hijos, profesor, licenciado y doctor en varias cosas, curiosidad infatigable. Un sabio, vamos, pero como dice Benedicto XVI: uno que sabe cómo vivir bien la vida, eso es un sabio. Hablábamos de nuestra común pasión por los libros ("incontinencia" la llamaba él), con iguales manifestaciones: no poder salir de una librería con menos de siete libros bajo el brazo, repetir año tras año el propósito cuaresmal de no comprar más libros, tener llena la casa y desesperada a la familia, desesperarse uno porque no tiene tiempo suficiente para leer todo lo que compra/desea. Y sobre todo, porque no tiene tiempo para releer, y ya lo decían los clásicos, non multum sed multa, y habría que aplicar a los libros las reglas que da San Ignacio a los Ejercicios para moderarse en el comer... Y entonces él dijo la frase gloriosa que da título a este post:

-"Además, los libros piden ser releídos. Hasta que no has leído varias veces un texto, una y otra vez, no empiezas a conocerlo un poco..."

Justo igual que con las personas.

[*Este post sirve de adelanto y desagravio de otro que quiero escribir hace una semana, con dos textos preciosos sobre el matrimonio que he leído, pero nunca encuentro el momento. Y es que todo últimamente me habla del tema, también este post precioso de Enrique, con sus comentarios, y la copla prodigiosa que encierran]

martes, 21 de septiembre de 2010

Mis tardes con Margueritte (y más cine)


En todo un año, apenas voy media docena de veces al cine (y a veces me parecen demasiadas...)

Este año aún no he reseñado ninguna de las películas que he visto, y van cuatro. En enero fuí a ver Qué fue de los Morgan, una romanticona y ligerita que no valía gran cosa, pero hacía pasar un buen rato y tenía dos virtudes sobre el común de este género: el humor en los diálogos y el final esperanzado y totalmente a favor del matrimonio y la familia.

En marzo (¿o abril?) fuí a ver Invictus, me encantó. La coherencia que emana de la figura de Mandela, las escenas de los partidos, los valores que transmite, el acierto de la música que subraya las escenas...

En junio vimos La última cima. Era obligado, sé que es buenísima, pero sufrí un buen rato. Volví a revivir los días terribles de febrero, la muerte de Pablo y Sara, tan inesperada, el dolor de Ruth.

En fin, en mayor o menor grado, todas buenas pelis, hasta que el mes de agosto, a finales, opté por una peli francesa que recomendaban entusiásticamente en un blog del que me fío completamente: Mis tardes con Margueritte. Los temas parecían muchos de los que más me interesan: el amor a la lectura, la amistad entre personas de diferentes edades y procedencia social, la educación como proceso en el que es clave la confianza entre educador y educando, que aquél haga sentir a éste seguro de sus posibilidades. Fuímos.

Y bueno... sí que es bonita la relación entre el bruto interpretado por Depardieu y la anciana Margueritte (sin duda, el personaje más logrado de la peli), sobre todo en el emocionante final vale la pena (y estoy de acuerdo, lo que necesitan los ancianos no son residencias sino estar con sus seres queridos), y está bien planteado el drama de estarse quedando ciega cuando para ella "leer es como respirar".

Peeeeeeeero... la relación de Depardieu con su novia es absurda (y que alguien pruebe a verles/ escucharles con su novio/a al lado: da vergüenza ajena), con su madre es peor (aunque al final nos digan que una madre sólo puede querer, aún si no está dotada para ser madre), con sus amigos es de vergüenza... la relación de la vieja dueña del bar y el marroquí joven un horror también... y la selección de libros que los protagonistas leen juntos (empezando por La peste, desde luego) no me atrae nada.

En fin, que la materia prima de base es buena (la vida en un pueblo tranquilo de Francia, las limitaciones personales que responden más a circunstancias personales desgraciadas y a la consideración ajena que a la verdad, la amistad entre personas distintas en todo, el amor por la lectura que se contagia como la fiebre) pero la realización no lo es. Y sólo porque la mayoría de las películas que se estrenan no tratan temas que me interesen, no significa que voy a apuntarme a alabar las que tratan temas que me interesan, pero los tratan en forma que me repele...

domingo, 19 de septiembre de 2010

Vete a la cama a tiempo, y serás perfecto


De los santos, como de mis tíos, me interesan más los pequeños detalles de cada día que las grandes hazañas, sin que eso suponga que desprecie éstas, ¡faltaría más!


Hoy el Papa ha beatificado al Cardenal Newman, cuyos grandes textos se me han resistido siempre. A pesar de las elogiosas recomendaciones de Adaldrida, acabé Perder y ganar a fuerza de pura voluntad. No me duró tanto la voluntad y abandoné a medias la Apología pro vita sua (aunque ahora, a raíz de la beatificación, me he propuesto retomarla).


En cambio un poema suyo sencíllismo, Lead me, Kindly light (Guíame, luz buena...) me sostuvo una turbulenta temporada de mi vida, rezándolo a diario. Y hay un párrafo que me conmueve especialmente*. Está en Meditaciones y Devociones, en un artículo cortísimo que se titula "Un camino corto a la perfección". Alguien le ha preguntado cómo se cumple la exigencia evangélica del "Sed perfectos..." y trata de explicar que no se trata de salirse de la rutina ni de hacer extravagancias sino de "hacer perfectamente el trabajo del día". Y para que quede más claro, acaba con ejemplos concretos:


"Si me preguntas qué debes hacer en orden a ser perfecto, digo: primero, no te quedes en la cama más allá del debido tiempo para levantarse, ofrece tus primeros pensamientos a Dios, haz una buena visita al Santísimo Sacramento, dí el Ángelus devotamente, come y bebe a la gloria de Dios, reza bien el Rosario, sé recogido, guárdate de los malos pensamientos, haz bien la meditación de la tarde, examínate diariamente, vete a la cama a tiempo, y serás perfecto."


*Seguro que es por mi incapacidad de irme a la cama a tiempo, que hace que al día siguiente esté cansada y gruñoña todo el rato.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La Iglesia, mi casa

Atentos lectores de este blog me hacen notar que en la última entrada he usado una etiqueta nueva: "home". Me preguntan a qué se refiere.

Creo que la culpa, fundamentalmente, es de mi abuela. En los largos meses de verano que pasábamos con ellos, nos llevaba a Misa cada tarde, y un día, de camino, nos confesó lo contenta que iba: "Desde que murió mi padre, cuando voy a la Iglesia me digo: ahora voy a casa de mi Padre". Mi hermana y yo, dos pipiolas, alucinadas: "Sin la casa de un padre, niñas, no se puede vivir, aunque la casa propia sea la más bonita del mundo, como la mía, y en ella quieras tener a toda tu familia y a los amigos siempre."

Recuerdo a menudo esa tarde. Yo, gracias a Dios, sigo teniendo la casa de mi padre (que además, es donde vivo) pero la Iglesia es para mí la Casa, aún más grande, de mi Padre, aún más grande que el de aquí. Cuando cito al Papa, a católicos desconocidos o a católicos que son mis mejores amigos, y también cuando cito a los santos, algo dentro de mí me indica que estoy hablando de mi familia. (Por supuesto que tengo familia querida y entrañables amigos que no son católicos. Y también que hay católicos con los que me enfado o no estoy de acuerdo)

Como no soy capaz de explicarme mejor, cierro esta entrada con uno de mis fragmentos favoritos del libro Rome, sweet home (Roma, dulce hogar en la traducción española, editada por Rialp) que cuenta la conversión al catolicismo de un matrimonio de protestantes, los Hahn (ellos hablan de su conversión como una "vuelta al hogar"). Es del momento en que él, Scott, ya está en la Iglesia Católica y ella, Kimberly, no sólo sigue sin ver nada claro que la verdad esté ahí, sino que ha tomado la conversión de él como una traición y todo lo que él le explica (entusiasmado) le parece horrible. Cuenta ella:

"Una noche, interrumpió mi sueño entusiasmado con un pensamiento:
-Kimberly, ¿te das cuenta de que estamos rodeados aquí y en este mismo momento por María, los santos e innumerables ángeles?
Inmediatamente reaccioné:
-¡No en mi dormitorio! ¡De ninguna manera!"

martes, 14 de septiembre de 2010

Desconsuelo

Mi mejor amiga está desconsolada. Ayer me tuvo casi una hora y media al teléfono (me tuvo y la tuve, la responsabilidad va al 50% porque desde luego no estuve hora y media callada) detallándome su maldeamores.

Ya me había acordado de ella por la mañana, cuando leí esta maravilla de San Agustín que había citado el Papa en la audiencia del domingo (¿¿por qué San Agustín nunca me parece tan maravilloso cuando lo leo yo sola que cuándo se lo leo citado al Papa??): "el lugar de la tranquilidad imperturbable se encuentra donde el amor no experimenta el abandono" (Confesiones, IV, 11.16)

Por la noche, nada más empezar la carta A una joven viuda de San Juan Crisóstomo (es que ayer era el santo del día), resonó como un aldabonazo el primer párrafo: "ya que los golpeados no deben gastar todo el tiempo en duelo y lágrimas, sino que además han de poner mucha atención en la cura de sus heridas, de suerte que por ser descuidadas no procuren a las lágrimas un golpe mayor y hagan más viva la llama del dolor..."

Mi Iglesia, siempre atenta a remediar el desconsuelo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Diálogos paterno-filiales

Despedida a pie de ascensor. Con la preocupación ante cualquier desplazamiento (por pequeño que sea) que he heredado por vía femenina de la familia materna, recomiendo:
-Id con cuidadín!!!
Respuesta de padre:
-Buscaremos a cuidadín pero, si no aparece, nos tendremos que ir solos

viernes, 10 de septiembre de 2010

Apostolado


Me ha tocado preparar el tema de marras para mi grupo. ¿Por qué siempre te toca el tema que menos te atrae? Para que reflexiones en lo que más necesitas y a lo que nunca le dedicarías tiempo si no, creo.


He decidido emplear el blog como "banco de pruebas", un "brain storming" previo al asunto. Empiezo: la primera idea que me viene a la cabeza cuando hablamos de apostolado es Andrés corriendo a por su hermano Pedro: "¡Hemos encontrado al Mesías!" quizá porque mi hermana y yo también nos queremos así: en cuanto una encuentra algo bueno, quiere que lo tenga también la otra. El apostolado es una cuestión de caridad, no de activismo. No te "propones" que muchos conozcan al Señor, sino que como quieres a muchos... quieres que esos muchos tengan lo mejor que tú tienes: al Señor. Haberle conocido justifica una vida... y sin conocerle, dificilmente se justifica una vida.


Segunda idea: el apostolado es una cuestión de unión íntima con el Señor. La "íntima unión personal con Cristo" (no sobra ni una palabra) de la que habla Benedicto XVI en la Audiencia General sobre San Pío X del 18 de agosto. No es algo que uno se "propone" sino algo que uno "desprende" aunque no quiera, aunque no se dé cuenta. Es la famosa oración del Cardenal Newman que las Misioneras de la Caridad rezan cada mañana: "Dear Jesus, help me to spread Your fragance everywhere I go..." Cómo emociona oírlas, cualquiera que haya vivido en una casa de Misioneras, aunque sea un día, sabe a lo que me refiero. Y qué apostolado magnífico hacen ellas, sin hablar siquiera, sólo con la silenciosa fuerza de la caridad. El apostolado (vuelvo al origen) es una cuestión de caridad, o sea, de amor: amor a Dios, amor a los demás, amor de Dios sobre todo que nos envuelve a todos y nos permite amar a todos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Renacimiento: atando cabos


En agosto leía las Últimas cartas de Tomás Moro, el mejor Renacimiento.

Acabé el mes yendo a ver la exposición de Ghirlandaio en el Thyssen: qué maravilla.

Y el lema en latín, pintado detrás de la figura: he olvidado casi todo lo que supe, pero hice una traducción libre y disfruté pensando que era eso lo que ponía.

La concepción del arte y los artistas que tenemos, todavía hoy, es claramente renacentista.

Y luego me llegó otro texto latino para traducir, una inscripción de Ugo da Carpi en una obra para la que le había cedido el motivo Rafael: y qué hermosa protección contra el plagio, por primera vez colándose en el arte la idea de la originalidad personal, la genialidad del artista individual, cuestiones todas que hubieran escandalizado a un medieval, creo.

Y para la tesis he consultado El diseño de libros del pasado, del presente y tal vez del futuro. La huella de Aldo Manuzio (de Enric Satué, Salamanca, 1998) y allí estaba todo otra vez: Venecia (pero también Florencia), el anhelo de universalidad, tocar todos los palos, no esta fragmentación de la hiperespecialización postmoderna. Y el anhelo de la belleza, y otra vez Ghirlandaio.


El Renacimiento me persigue...

viernes, 3 de septiembre de 2010

Editores

Por diversas causas, estoy leyendo mucho sobre editores y labor editorial estos últimos días. No es lo mejor de lo que he leído, pero en la revista DeLibros de septiembre hay un artículo dedicado a los editores que trabajaban en grandes grupos y se han lanzado a la aventura de lanzar pequeñas editoriales ("independientes"). Encuentro una afirmación de editor que me gusta, un poco simple, pero me gusta, dentro de una reflexión más amplia que hace Enrique Murillo (y que tampoco está mal):

"He aprendido que en el mundo del libro hay trabajando mucha gente que no lee jamás, que apenas si echa una ojeada a informes de lectura escritos por otros. He vivido con dolor personal el desprecio que se siente por los autores, por los libros, por la cultura. También he aprendido a hacer números. A los alumnos del Master de Edición de la Universidad Autónoma de Barcelona les enseño que la mejor editorial necesita algo más que publicar muy buenos libros. Debe también estar saneada como negocio, debe lanzarlos bien, venderlos, o de lo contrario acaba cerrando y esa editorial deja de ser la más buena porque ha tenido que abandonar. Un editor es ante todo un lector, en segundo lugar debe entender un poco de negocios, y ha de dedicarse a vender sus libros, es decir a transmitir la pasión que le han suscitado a él cuando los leyó y eran sólo un manuscrito." (p. 47)

Y también de Enrique Murillo esta reflexión sobre el trabajo en los grandes grupos empresariales (en este caso editoriales, pero puede ser cualquier otro), IMPRESIONANTE:

"De todas partes tuve que irme por motivos nunca relacionados con mi desempeño profesional sino con los celos, mi incapacidad para callar ante lo que no me gustaba, mi poca tendencia a participar en el navajeo y la política interna de esos grandes grupos. En ninguno me callé a tiempo; siempre pensé que no debía fidelidad al alto o mediano ejecutivo, sino a la empresa que nos daba de comer a todos, y eso suele estar mal visto en organizaciones piramidales. Yo no me había metido allí para medrar, sino para hacer buenos libros, y resultó que, hablando en general, me encontraba bastante solo. Los demás estaban pensando en otros asuntos." (pp. 45-6)

Revista DELIBROS, Nº 245, Madrid, Septiembre 2010, pp. 45-48.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La buena vida


Creo que se llama así porque abre de 12 a 12, todos los días. La buena vida es trabajar haciendo lo que más te gusta (leer, pero para no cansarte, paras a ratitos para tomarte un café o ponérselo a alguien, para charlar un rato o estirar las piernas) y no madrugar.


O a lo mejor la buena vida es pasar un rato por ahí...


En fin: aquí lo dejo.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Lecturas de verano


Esto es lo bueno de trabajar en un centro de cultura (léase Universidad). Tomando café con un amigo viene otro amigo y en vez de "qué tal todo, cómo ha ido el verano, estás morena" me suelta lo primero: "He leído un libro bueno este verano. La fe de los demonios. Abracadabrante."

Entonces el otro amigo (con el que me estaba tomando el café) me cuenta: "Yo he leído tres libros este verano, pero dos no me han gustado nada. El tercero, que era de poesía, sí". (No pongo aquí los nombres porque sólo me acuerdo de los dos que no le han gustado nada, y no del de poesía que es vasco y contemporáneo).

Y entonces yo me veo obligada/encantada a contar que yo he leído cinco libros este verano, bueno, tres nuevos y dos relecturas. Los nuevos: Últimas cartas de Tomás Moro, en Acantilado (espectacular), la carta Orationis formas de la Congregación para la Doctrina de la Fe cuando Ratzinger era prefecto (me ha ayudado muchísimo, qué LIBERTAD: cada católico debe buscar su camino de oración, sin fórmulas preconcebidas ni recetas, pero sabiendo que Cristo es el Camino, y lo que nos lleve a Él es bueno y lo que no, pues no) y Aquí, de Wislawa Szymborska, que había leído la reseña de Enrique García Máiquez en Poesía digital (no sé enlazarla) hacía meses y por fin lo encontré, en un café-librería chulísimo, pero eso lo cuento mañana.

Dos relecturas, que se disfrutan más que las lecturas: la Autobiografía de San Ignacio (la leí en una edición con "castellano modernizado" y no estaba mal, pero qué incomparablemente mejor es leerla en la edición buena, la de las Obras Completas de la BAC, qué expresiones deliciosas) y 84, Charing Cross Road, esta vez en inglés, y por eso lo he disfrutado aún más, porque es una obra sobre literatura inglesa y hay que leerla en su idioma original, y porque me lo compré en Londres. Ahí queda eso, y es que los libros también son de los lugares, no espíritus desencarnados sino trocitos de la vida nuestra, materiales y espirituales como nosotros, los hombres.