Cuatro días enteros a bordo de un velero, todo el puente del Corpus. Experimentar la plenitud, que es no querer nada más, continuar así, que se pare el tiempo, que no se acabe la navegación. No necesitar nada más: el mar, el viento, las velas desplegadas, el movimiento rítmico (como una cuna). Buenos amigos, el Señor al timón...
A mí jamás se me hubiera pasado por la cabeza embarcarme, no me apetecía, nunca me tentó. Hoy comprendo lo que es el agradecimiento: la alegría por aquello que uno ni siquiera se hubiera atrevido a imaginar, antes de recibirlo gratis.
¡Precioso final!
ResponderEliminarLo corto y lo pego en mi diario
Qué rabia! no me deja poner pseudonimos, con lo que me divierte firmar como Charles Ryder
ResponderEliminarMuy buena definición de agradecimiento; inmejorable de plenitud; y estupenda anécdota la de Verdi y su necesidad de libreto.
ResponderEliminar¡Vaya trío de ases para la primera vez que salto los muros de este huerto! Desde luego, un triple agradecimiento.