miércoles, 17 de junio de 2009

Rigoletto

Como seguía mareada y el mundo entero tenía para mí el movimiento de un velero, dos días después de desembarcar definitivamente, llamé a mi mejor amiga que además es médico, para ver si era normal. Previamente cometí el error de buscar en internet información sobre el "mal de tierra" y bajo el rótulo de "enfermedad del desembarco" encontré estremecedoras informaciones sobre mis síntomas (síndrome muy poco estudiado, decían, que afecta sobre todo a mujeres de mediana edad -vaya, hombre- y para el que no hay cura, habiendo pacientes que lo arrastran durante meses e incluso años). Esto lo cuento para recordarme a mí misma que el pánico crece en forma directamente proporcional al tiempo que una pase buscando información en internet sobre el indicio que dió pie al mismo.

El caso es que llamé a Juncal y le detallé toda la sintomatología, la propia y la adquirida navegando por "la red". Se quedó un segundo en silencio y me dijo: "Ummm... ¿tienes muy ocupada la tarde?" Con sudores fríos -nunca he padecido ninguna afección tan grave como para que Juncal interrumpiera su ajetreada vida y viniera de urgencia a reconocerme- pude balbucir: "No, no, qué va, no tengo nada planeado..." -"¡Qué bien! Entonces vente a la ópera, me sobra una entrada para ver Rigoletto. A las siete en la puerta del Real, ¿vale?"
El agradecimiento, decía ayer, es la alegría por aquello que uno ni siquiera se hubiera atrevido a imaginar, antes de recibirlo gratis. Dos días después del regalazo que fue el viaje en barco, otro regalazo, ¡¡ópera!! Fuímos catorce, Junqui y su novio y su tía y sus tres hermanos y siete amigos más, además de mí.

Y nunca había visto representada esta ópera, la primera de la "trilogía popular" de Verdi (seguida por Il Trovatore y La Traviata), la que le consolidó como autor (después de ¡16! óperas "de entrenamiento" como decía en el programa de mano), y en la que está ya todo el mundo verdiano. Basada en una obra teatral de Víctor Hugo (Le roi s´amuse), que pretendía denunciar la amoralidad de la corte de Francisco I (comienzos del siglo XVI) y fue censurada en Francia (quedó prohibida su representación por 50 años, y sólo podía leerse), adaptada por su libretista favorito, Piave. Y qué pasada que leo en el programa de mano que Verdi decía: "Un libreto, dadme tan sólo un libreto, y la ópera está escrita". La composición de la música para la ópera no le suponía ningún problema, afirma Fernando Palacios, y yo no lo niego, pero añado: lo que más me gusta de su afirmación es que entendía -¡cómo yo!- que lo importante en la ópera es la historia. La música está al servicio de la historia, por eso la ópera es un arte narrativa, y el que no lo entienda es su problema. Verdi lo entendía y yo también.

Bueno, en la explicación previa nos "cantaron" las loas de Rigoletto, un personaje interesantísimo, atrapado en esa doble vida de bufón de corte y padre amoroso. Por lo visto, Verdi enalteció el papel de barítono con la caracterización de este personaje, y a partir de entonces adquirió mayor protagonismo en las óperas. Anthony Michaels-Moore lo hizo muy requetebién, desde luego, pero a mí tampoco me parece el más ejemplar personaje que yo haya visto, desde el punto de vista moral (de hecho, la historia se apoya en el "quién a hierro mata, a hierro muere"...). Cinzia Forte era la sufrida Gilda, soprano y rubia, para mi gusto la que estuvo mejor (de voz y de actuación, que ambas cosas son importantes en la ópera). Y el más flojito el tenor, Celso Albelo, el malvado Duque de Mantua (por razones de censura hubo que llamar así al Francisco I, rey de Francia, de Víctor Hugo). Y eso que el tenor es el que tiene las mejores partes en esta ópera...

Leo en internet que la obra tuvo una preparación muy complicada, llena de "maldiciones"... listan varias (la lesión del director musical entre ellas) pero la más grave es, claro, la del tenor: "De la primera terna de tenores, uno se descolgó y los otros dos causaron baja al enfermar". Y qué dolor cuándo leo que el que se descolgó era el peruano Juan Diego Flórez, al que tantas ganas tengo de escuchar... Me consuelo pensando que tampoco he escuchado al Duque en la voz de mi tenor favorito del mundo mundial, Plácido Domingo, y por la noche en casa leo lo que él opina: "(...) no es uno de los papeles de Verdi con el que estoy más vinculado. Nunca me ha resultado un papel fácil y lo he cantado quizá en una docena de representaciones durante la totalidad de mi carrera. Sin embargo, es un papel de gran importancia para un tenor y no podía permitirme eliminarlo de mi repertorio. Vocalmente es una de las cumbres de los papeles de tenor. Su música y la música de toda la ópera es maravillosa. El hecho de que Rigoletto, una de las óperas más queridas de Verdi, se compusiera relativamente pronto en su carrera es otro indicador de la dimensión gigantesca de este genio." Y después, sobre el Duque como personaje: "Es un personaje que no crece, que no se modifica según el desarrollo dramático de la obra. Es un cínico y se mantiene como tal, un personaje verdaderamente negativo que no es, simplemente, un seductor compulsivo. Es un hombre malvado y completamente egoísta. No es bondadoso con Rigoletto, ni con Monterone, Maddalena o Sparafucile. Así lo concibe Verdi, como un ególatra interesado sólo en sí mismo y en sus mezquinos deseos."

Poco más tengo que añadir. Bueno, que la historia es típicamente romántica y muuuuuy trágica -como corresponde a la ópera-, con ese peso del destino (en este caso "la maldición" pronunciada sobre Rigoletto por Monterone) que los personajes no pueden eludir y que la ópera hereda del teatro griego. Y la mujer-ángel (Gilda) opuesta a la mujer-infernal (Maddalena) en ese cuarteto ESPECTACULAR del "Bella figlia dell´amore", ¡¡qué enteramente romántica oposición, digna adaptación musical de la concepción literaria de Hugo y de París en la primera mitad del XIX!!

Y que la ópera fue estrenada en 1851 en Venecia, y cuenta la leyenda que al día siguiente todos los gondoleros surcaban los canales cantando "La donna e´mobile" (qué ganas de visitar la ciudad serena, dónde al parecer siguen cantándola). En el papel protagónico, Rigoletto, el barítono Felice Varesi, uno de los intérpretes favoritos de Verdi... Esto lo sabe todo el mundo, pero lo que no sé si saben tantos es que la ópera llegó a Madrid sólo dos años después, en 1853, y en el papel de Rigoletto... Felice Varesi. Eso para los que afirman que desde la pérdida del Imperio, Madrid no contaba nada en Europa, menos aún culturalmente...

Una nota para acabar, sobre la escenografía. Últimamente me espantan todas las que veo en el Real, y es que parecen no entender -también ocurre en el teatro- que la escenografía SIRVE a una historia, y no la UTILIZA para sobresalir. Como atinadamente dijo Patricio, "tengo mis reservas con los escenógrafos modernos, porque quieren ser más importantes que Verdi, que Puccini, que Mozart..."

La de anoche (debida a la holandesa Monique Wagemakers) no fue una excepción... "minimal", la calificaban: mucha luz roja -y azul-, mucho traje rojo -y azul-, una escalera hasta el cielo, una plataforma hidraúlica que permitía la creación de dos planos en escena al inclinarse en forma diagonal (única innovación que de verdad me gustó: cuando Gilda y su padre, arriba, representan el amor puro y observan horrorizados cómo Maddalena y el Duque, abajo, representan el amor impuro, y los cuatro cantan "Bella figlia dell´amore"...), darle protagonismo al coro para que se vea amenazante... En fin. Patricio decía que por lo menos era discreta, y no estaba uno preocupado todo el rato por lo que irían a sacar, y eso era verdad. Pero no puedo evitar pensar que esa escenografía traiciona a Verdi, esa historia de colores sombríos y ausencia de objetos no es la que quiso contar...


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