Últimamente me pasan tantas cosas, todos los días, que no sé qué escribir. Creo que la literatura está emparentada con la escasez -con lo medido, pesado, escogido, podado- y el aluvión de acontecimientos -pequeños y gozosos- de todos los días me impiden dedicarme al cuidado arte de la letra miniada, que precisa de tiempo y calma, y no consiste en contarlo todo a lo loco y entremezclado.
Por contar, podría contar muchas cosas. Podría contar, por ejemplo, que he terminado la edición del libro de Historia Medieval que me ha traído loca -pero feliz- el último mes -o dos meses-, y aunque sigo teniendo mucho trabajo veo más luz ahora. O que ayer fuí en coche al funeral del padre de Mar con la más vieja y querida de todas mis amigas, que me conoce mejor que yo a mí misma tantas veces, y que merecería que sus palabras fueran grabadas y recordadas por el caudal de inteligencia bondadosa que desprenden, algo sorprendente. O que antes de ayer estuve en la Feria del Libro y me compré cinco libros, tres poemarios (la Obra poética completa de José Antonio Muñoz Rojas, que llevaba esperando comprar en la Feria hacía un año; una antología de Pedro Sevilla que también llevaba "en lista" -Todo es para siempre, me encanta el título- y ¡¡sorpresa!! una antología de Miguel D´Ors de la que no tenía noticia, qué regalo), un Chesterton de viajes (Lo que ví en América, otra sorpresa de Renacimiento, ésa es mi caseta favorita de la Feria, ¡¡qué cosas más estupendas editan!!) y el Diálogo de Santa Catalina de Siena, en la B.A.C. (y ahora que me doy cuenta, en una edición primorosa, también, creo que esto de trabajar en el gremio me está influyendo...). O que por la noche tuve tele y hablé de Lo que ha llovido, y al día siguiente llovieron comentarios en el blogg del que ha salido el libro y tuve que identificarme con un comentario (qué vergüenza, pero luego el autor fue tan encantador que se me pasó).
O lo más importante, que ese mismo miércoles cargadito de cosas se cumplían cuatro años desde que el abuelo se fue al Cielo, y qué día de paz y de alegría, en la íntima convicción de que ya está en el lugar al que pertenecemos, donde siempre quiso estar, y el Evangelio eran los saduceos que no creen en la Resurrección y le vacilan al que es la Resurrección y la Vida, con su ejemplo tonto de la que se casó siete veces con siete hermanos... Y el Señor: "no entendéis la Escritura ni el poder de Dios." No entendemos nada, en el Cielo pervivirán los cariños, pero de otra forma, lo que pasa es que todos los cariños (aquí tan pobretones, tan mezclados con otras cosas, los celos, las carencias, los miedos) se igualarán "hacia arriba", en el Amor infinito de Dios. El amor por los padres, hermanos, amigos y cónyuges dejará de tener gradaciones (más-menos que) y todos nos querremos infinitamente en el Único que ama con amor infinito. Claro, cómo vamos a entender nada... si es tan alucinante... un niño que no sabe leer en el umbral de la Biblioteca de Alejandría, eso somos ante el Cielo.
Me salen entradas larguísimas, y creo que el quid del blog (como de la literatura en general) es la brevedad, la selección como he dicho al principio... pero qué se le va a hacer. Y además, siempre acabo hablando del Cielo. Bueno, para eso es mi blog y escribo lo que quiero.
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