jueves, 25 de noviembre de 2010

Tres deseos

Si ahora mismo se me apareciera un hada, o el genio de la lámpara maravillosa (o cualquier otro ser mágico con facultad de conceder deseos) llegaría en el momento perfecto, porque tengo mis tres deseos ya formulados:
1. Pediría un despacho con luz natural, a poder ser al menos una ventana desde la que se viera un árbol (si son más ventanas y más árboles, mejor)
2. Pediría al menos dos horas enteras dedicadas en exclusiva a leer cada día
3. Pediría la capacidad de solucionar las cosas que me agobian y que dependen de mí (vulgarmente llamadas "marrones") con rapidez, en lugar de rumiarlas y retrasarlas, aumentando el agobio

domingo, 21 de noviembre de 2010

La vida de los otros

Quizá tiene que ver con mi cumpleaños... cada año, junto a la alegría arrolladora por este don que es el más grande y gratuito -estar viva- surge un sentimiento (al principio fue ligeramente amargo, cada año es más sereno), mejor diría una certeza, de las cosas que ya no podré hacer. Ya no podré tener doce hijos, es improbable que pueda ser paisajista, no me dedicaré al estudio de la filosofía...
Cada año, no obstante, este sentimiento es más sereno. Porque he encontrado el antídoto: en mis horas libres devoro memorias, epistolarios, biografías. Otros fueron lo que no he sido, y tuvieron la generosidad (ellos o los que les rodeaban) de ponerlo a mi disposición. Leemos para vivir otras vidas, ¿quién lo decía?... Una existencia sola no es suficiente, estamos hechos para el Cielo, dónde no hay que elegir ni descartar, se nos da todo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Cuántos libros puedes leer?


Cada vez que leo una recomendación literaria de alguien en quien confío (y son montones) o veo un libro debajo del brazo de alguien cercano (es un decir, también encima de una mesa o en su casa) o visito una librería de las que me gustan, siento un impulso irrefrenable que me mueve a pensar que necesito comprar ESE LIBRO.


La casa llena, los libros sin leer en montañas porque no caben en las estanterías, los "debería" acumulados, la insatisfacción por no poder arrancarle al día suficientes horas para leer... a veces me pregunto si no será que no todos los libros son para mí, como no todas las personas del mundo pueden ser amigos aunque todos tengan cualidades que les diferencien y todos sean muy valiosos.


¿Y si cada mes comprara sólo los libros que puedo leer ESE MES? ¿Cuántos compraría?

viernes, 5 de noviembre de 2010

Sencillez que da vida

Días de "dolencias", físicas y anímicas, de repente se viene todo encima: la tripa, la cabeza, el cuello... duele una cosa y luego otra, y lo peor es la opresión interna: el agobio, el miedo, la sensación de estar sobrepasada, de no llegar a todo, de que las peticiones superan la capacidad de responder.

Y de pronto, se pone una a rezar laudes y va desgranando oraciones sencillas, los salmos que durante más de dos milenios han sostenido a un pueblo, las peticiones tan pegadas a la tierra, la lectura breve (San Pablo: "muy a gusto presumo de mis debilidades... porque cuando soy débil, entonces soy fuerte"). Y descubre (¡¡otra vez!!) que la sencillez de la Iglesia salva toda complicación y libera de toda preocupación. Sencillez que da vida...