Ahora tengo 30 años, lo cual arroja una curiosa ecuación -única-: y es que llevo el mismo número de años interesada en los chicos -con ese interés de la complementariedad del cual hablaba magníficamente Enrique García Máiquez aquí- cuantos permanecí antes indiferente.
En estos quince años de roce(s) he aprendido algunas cosas, quizás no tantas como debería a la luz de las reiteradas citas, tonteos, logros y destrozos (propios y ajenos), pero en fin, algunas.
Citaré sólo las dos más relevantes, por supuesto desde el lado del campo en el que juego. La primera es que si un chico no está decidido a ir "a por tí" no hay nada que hacer (nada que valga la pena). La segunda, presupuesta la primera, es que si un chico con el que te llevas bien, de pronto te mira mucho, puede ser un indicio de que le gustas, pero si de pronto no te mira nada, entonces es casi seguro.
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