Empecemos por el principio: me encanta el cine argentino. Así, en genérico. Bueno, menos cuando es hispano-argentino, manera de decir que España pone el dinero (o casi todo el dinero) que cuesta la peli, y a cambio amordaza el talento argentino obligando a los guionistas a incluir toda serie de estupideces, en la línea de nuestra corrección política, probablemente una de las más tontas del mundo (y mira que está difícil ganar ahí...).
Pero el cine argentino-argentino es una delicia, porque da prioridad absoluta al guión, o sea, que lo que le importa es contar una historia, y ya saben mis tres lectores pacientes y habituales que la base del arte es, para mí y sin dudas, la historia que cuenta.
La historia que cuenta Un novio para mi mujer se puede resumir sencillita en la frase que pronuncia un personaje secundario imprescindible, ese rostro surcado de arrugas que cuida el vestuario masculino -un personaje que casi no interviene, que sólo es espectador, a la manera barroca, pero señala lo que ocurre para que el verdadero espectador lo entienda: como ese personaje que aparece en una esquina de los cuadros barrocos, señalando la acción representada en el cuadro pero mirando hacia afuera, hacia el que mira el cuadro-, y que luego resulta decisivo para la trama, como lo es todo buen espectador. Dice: "Amor que se descuida, siempre muere."
Y ese es el leit motiv de una historia estrambótica, sorprendente, divertidísima: cinematográfica desde luego. Impensable en la vida real. El arte no debe retratar la vida humana tal cual, sino sus infinitas posibilidades, creo yo, y sólo así ayuda a mirar la vida real.
La historia por tanto es fingida (las tribulaciones del "Tenso" por separarse de la "Tana", y la decisiva ayuda que para ello solicita al "Cuervo" Flórez...), pero la mirada sobre la realidad es verdadera. Sobre la sociedad divorcista en que vivimos, en la que al menor problema se busca un escape (sólo un amigo del prota, no el mejor, se atreve a decirle al principio, tímido, que aguante); sobre la clave del matrimonio (la aceptación del otro, el amor al otro que lleva a estimularle para que sea "la mejor versión de sí mismo", la voluntad de permanecer); sobre las diferencias de carácter entre hombres y mujeres.
Creo que, al final, esa es la clave de la película. Lo que intenta poner de relieve: que el hombre y la mujer permanecen un misterio uno para el otro, siempre sorprendentes, inasibles, porque son diferentes, exactamente complementarios. Y el acople de lo diferente cuesta... En esas conversaciones ante una psicóloga que no vemos (está en el lugar nuestro, del espectador; gran acierto visual que logra que nos sintamos depositarios de las confidencias íntimas de los protas sobre su matrimonio), van saliendo las diferencias fundamentales entre él y ella. Al final, ella se ha permitido volverse insoportable porque pensaba que él la querría de cualquier forma... y él la ha ayudado a salir del lío por egoísmo y no por amor, para librarse de un problema. Es la famosa frasecita, "las mujeres se casan esperando que los hombres cambien pero los hombres nunca cambian... los hombres se casan esperando que las mujeres nunca cambien pero ellas cambian..."
Y bueno, no sólo hay diagnóstico en la peli, también se apuntan soluciones, que no voy a explicitar aquí, pero están (yo al menos he encontrado tres, y seguro que hay más). Por eso me ha gustado tanto, mucho más que Cassomai (Comprométete), que es una peli italiana que analiza muy bien los problemas que se encuentra un matrimonio joven hoy día, pero se queda ahí, en el análisis...
Al final esta entrada no dice nada de la película.
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