Todas las cosas que existen, y son buenas (qué magnífica entrada de D. Enrique Monasterio explicando la imperfección subyacente a este mundo, ésa que tanto me cuesta a mí aceptar) están unidas por un hilo invisible.
Así, yo leía la Teoría de Castilla, de Ramón Peralta, disfrutando como castellana que soy (y sólo lo descubrí plenamente cuando me medí con un navarro), y como era el cumpleaños de padre nos fuímos a comer a Riaza. Y carretera adelante, "qué bonito sería llegar a Burgos", caput castellae, y por qué no vamos, y si merendamos allí, y si vamos a dormir a Santo Domingo de la Calzada, que es Año Jubilar... de repente, todo lo que leía en el libro lo vivía en persona, la quema del Fuero Juzgo a orillas del Arlanzón, la batalla de Atapuerca, el nacimiento del castellano...
En Burgos compramos unos pijamas, cepillos de dientes, líquido de lentillas, en fin, las cosas imprescindibles para una noche inesperada (madre también unos plátanos, porque toda idea de desplazamiento va en su mente acompañada por esta fruta)... y qué atardecida al entrar en Santo Domingo, un milagro románico enmedio de la Rioja, cómo puede existir tanta majestad en un pueblo tan pequeño, cuánta grandeza y nobleza, qué señorío de arte, de historia, de belleza.
Los curas jóvenes, entusiastas. Las iglesias restauradas, preciosas, la catedral un primor (¡¡qué talla de la Virgen de la Leche, con el niño y un libro sobre la falda, en el retablo de la capilla de San Juan, a la derecha mirando al ábside!! y qué enterramientos en la misma capilla, todo muy siglo XV y ese gótico hermoso tan nuestro). Horarios de confesiones, de Misas, oración del peregrino, todo, todo. (Pero las casonas, todas abandonadas o sedes oficiales, qué pasa en España, por qué no hay ayudas para que los particulares puedan conservar habitadas las casas que fueron de sus familias por siglos).
Y al día siguiente, Domingo, qué verde La Rioja, cuántas flores en las ventanas... los campos suaves, los cultivos como telas de patchwork, las suaves ondulaciones. Camino de Suso y Yuso nos saltaba el corazón, Berceo de Gonzalo, San Millán al fondo de un valle: que se pare el tiempo, que el fin del mundo me pille aquí. Y allí estaba, el primer vagido de la lengua castellana, que fue para hablar con Dios: "Cono auitorio de nuestro dueno dueno Christo..." Esplendor que no ha pasado, el claustro se quedó a medias porque se acabaron los 12.000 ducados y no había más, y esto en pleno apogeo de España... pero ya se sabe, "esto es Castilla y aquí nadie es más que nadie".
De vuelta en Santo Domingo, las cigüeñas otra vez. Diéciseis contamos, todas emparejadas: dos parejas, tres parejas, y otras tres parejas, sobre cada una de las torres. Mamá se acordaba de tía Sara, animándoles a todos a casarse: "mirad los pájaros, ¿no véis que no van nunca solos? siempre de dos en dos."
Y esta mañana, acordándome del viaje y pregustando el de Escocia que haremos pronto, si Dios quiere, he vuelto a encontrar otro hilo invisible en el libro que leía, Castilla y otras islas, de Jesús del Campo, cuando recrea desde Atapuerca el verano de 1054, en que moría García de Navarra y triunfaba Fernando de Castilla, hermanos enfrentados a pesar de que dos santos (Domingo de Silos e Iñigo de Oña) les instaron a no hacerlo... Aquel verano se separaron definitivamente las Iglesias de Oriente y Occidente, y tres días después, "el rey Macbeth de Escocia se enfrentaba en Dunsinnan a las fuerzas combinadas de su pariente Malcolm y el barón de Northumbria." Y concluye de destrenzar el hilo con este párrafo hermosísimo, me parece a mí hoy, en que también mis propias batallas -internas y exteriores- me intentan distraer el secreto que la vida esconde:
"Y así anduvieron ingleses y bizantinos y castellanos y navarros y romanos y escoceses envueltos en sus afanes en aquel verano de 1054, ocupados con las distracciones que pone la vida en el tiempo de los hombres para que no tengan ocasión de descifrar su ciencia."
Compartiendo la castellaneidad, ¡he disfrutado tanto de este post!, ha sido como si yo también hubiera hecho la misma ruta.
ResponderEliminar¿Para cuando un libro de viajera por Castilla?