viernes, 10 de septiembre de 2010

Apostolado


Me ha tocado preparar el tema de marras para mi grupo. ¿Por qué siempre te toca el tema que menos te atrae? Para que reflexiones en lo que más necesitas y a lo que nunca le dedicarías tiempo si no, creo.


He decidido emplear el blog como "banco de pruebas", un "brain storming" previo al asunto. Empiezo: la primera idea que me viene a la cabeza cuando hablamos de apostolado es Andrés corriendo a por su hermano Pedro: "¡Hemos encontrado al Mesías!" quizá porque mi hermana y yo también nos queremos así: en cuanto una encuentra algo bueno, quiere que lo tenga también la otra. El apostolado es una cuestión de caridad, no de activismo. No te "propones" que muchos conozcan al Señor, sino que como quieres a muchos... quieres que esos muchos tengan lo mejor que tú tienes: al Señor. Haberle conocido justifica una vida... y sin conocerle, dificilmente se justifica una vida.


Segunda idea: el apostolado es una cuestión de unión íntima con el Señor. La "íntima unión personal con Cristo" (no sobra ni una palabra) de la que habla Benedicto XVI en la Audiencia General sobre San Pío X del 18 de agosto. No es algo que uno se "propone" sino algo que uno "desprende" aunque no quiera, aunque no se dé cuenta. Es la famosa oración del Cardenal Newman que las Misioneras de la Caridad rezan cada mañana: "Dear Jesus, help me to spread Your fragance everywhere I go..." Cómo emociona oírlas, cualquiera que haya vivido en una casa de Misioneras, aunque sea un día, sabe a lo que me refiero. Y qué apostolado magnífico hacen ellas, sin hablar siquiera, sólo con la silenciosa fuerza de la caridad. El apostolado (vuelvo al origen) es una cuestión de caridad, o sea, de amor: amor a Dios, amor a los demás, amor de Dios sobre todo que nos envuelve a todos y nos permite amar a todos.

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