miércoles, 2 de mayo de 2012

El pábilo vacilante

Durante la tercera semana de abril leí este libro. Muy despacito: me limité el número de páginas diario, para que me durase lo más posible.

Por una parte, el haber ido leyendo "en directo" las entradas hacía que las sintiera, en parte, un poco mías. Entremezcladas con mi propia biografía, porque recordaba qué cosas fueron pasándome a mí a la vez que a Enrique le pasaban las que cuenta tan magistralmente.
Haberlas leído en directo no le quitaba un ápice de emoción a esta lectura remansada del blogg convertido en libro: seguían resultándome ¡tan amenas!
Cuando cerré el libro pensé: ¿qué es lo que me gusta tanto? No es sólo que el autor escriba muy bien y el esfuerzo no se le note. No es sólo que en muchas cosas (en casi todas) coincida con su pensamiento (o aún mejor, su pensamiento me guíe o me sostenga, como en "Y Dios, ¿qué piensa?" o en "Procrastinación"). Es que en sus entradas autobiográficas (que son la mayoría, y el autor ha dado varias réplicas a los que se lo cuestionan, para mí la mejor indudablemente la del poema "No hay cuidado" de su último poemario) ofrece, sencillamente, su amistad al lector.

La práctica ha probado este aserto antes de darme tiempo a mí de formularlo en la teoría. Pero una vez formulado, qué alegría queda: he encontrado una clave de lectura, para mí, fundamental. Con su vida hecha literatura EGM ofrece al "desocupado lector" su amistad. Cuando C.S. Lewis describió el nacimiento de la amistad, en The four loves, decía:
   "La amistad surge fuera del mero compañerismo cuando dos o más compañeros descubren que tienen en común algunas ideas o intereses o simplemente algunos gustos que los demás no comparten y que hasta ese momento cada uno pensaba que era su propio y único tesoro, o su cruz."

Al ofrecernos descripción cabal de sus ideas e intereses, de sus gustos y preocupaciones, de su paisaje y acompañamiento cotidianos, Enrique nos ofrece generosamente su amistad. Nuestra correspondencia a ella surje cuando nosotros, mientras leemos, clamamos satisfechos: "¡Yo también!" o "¡Yo tampoco!"

3 comentarios:

  1. Te agradezco muchísimo esta lectura, tan iluminadora —amistad y confidencia— para mí. Esta vez también la práctica ha probado el aserto del poema "No hay cuidado", que tan bien traído está aquí, justo en su sitio.

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  2. Excelente invitación a leer el libro!
    La cuestión apuntada respecto a la finalidad del blog me parece muy interesante así como tu postura.
    Gracias por la recomendación y la reseña de Lewis

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  3. Gracias a los dos por vuestras letras, que enriquecen el blog, y por vuestra amistad, que me enriquece a mí.

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