Cada vez que leo una recomendación literaria de alguien en quien confío (y son montones) o veo un libro debajo del brazo de alguien cercano (es un decir, también encima de una mesa o en su casa) o visito una librería de las que me gustan, siento un impulso irrefrenable que me mueve a pensar que necesito comprar ESE LIBRO.
La casa llena, los libros sin leer en montañas porque no caben en las estanterías, los "debería" acumulados, la insatisfacción por no poder arrancarle al día suficientes horas para leer... a veces me pregunto si no será que no todos los libros son para mí, como no todas las personas del mundo pueden ser amigos aunque todos tengan cualidades que les diferencien y todos sean muy valiosos.
¿Y si cada mes comprara sólo los libros que puedo leer ESE MES? ¿Cuántos compraría?
Así es, Ana: hay que comprar sólo los libros que uno vaya a leer YA, justo nada más acabar el que uno tiene en la mesilla de noche. ¿Qué tal colocar el que uno compra nuevo debajo del que usa ahora, en plan fila de espera?
ResponderEliminarEstoy ahora limpiando mi librería y (ay) tirando algunos que compré alguna vez por si acaso. ¿Realmente pude pensar que algún día leería por pasatiempo una recopilación de leyes civiles de Argentina?
Fernando, gracias por los comentarios, siempre tan atinados.
ResponderEliminarQué buen consejo el de la mesilla de noche, en plan fila de espera. ¿Seré capaz?
Y, ay, qué reconocida me siento en la anécdota de la recopilación de leyes... yo algún día pensé que leería una terrible edición de poesía contemporánea chilena, o de otra británica. ¡¡Si aún no he leído la mayor parte de los clásicos, ni británicos ni chilenos!!
Uno o dos al trimestre, así es que fíjate si tengo que tener cuidado en elegir lo que leo.
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