martes, 25 de mayo de 2010

La buena vida

Las mañanas puedo dedicarlas sin problema a la gestión: llamadas, correos electrónicos, asuntos que deberían haber sido resueltos siempre el día antes.
Pero las tardes se rebelan, tercas. Ataca el demonio meridiano, y una invencible pereza se apodera de mí, recordándome la vida buena a la que renuncio: una siesta tranquila, un paseo cerca del mar, leer un libro.
Al cabo, venzo la tentación con los métodos del tentador: le recuerdo que todo es regalo, esta mesa, este trabajo, la luz del flexo, el ordenador. No necesito siesta, mar ni libro para dar gracias por esta vida que llevo, la buena vida.

2 comentarios:

  1. Todo es regalo. Yo soy muy forofo de los flexos. Gracias por recordármelo.

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  2. Gracias a tí, Enrique. Qué generosidad, además, porque tú tienes la tarde, el mar y el libro y no me lo "restriegas"...

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