Es, sobre todo, mantener la serenidad en la oficina.
Buscar la solución en lugar de los culpables (después, serenamente, será la hora de depurar responsabilidades... para que no vuelva a ocurrir el desaguisado, no para desprestigiar a nadie).
Marcar las prioridades para que el aluvión de trabajo no agobie.
Poner un dique entre las solicitudes "urgentes" y la cotidianeidad laboral de su gente, que necesita de paz para ir sacando trabajo, una cosa detrás de otra.
Dar la cara... y que sea una cara amable.
Si el jefe no está entrenado en vivir cada momento con paz y alegría, la vida en su oficina será un infierno.
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