No sé nada del asunto del que voy a escribir, dicho sea lo primero a modo de disculpa. A primeros de junio, cruzamos el puente para cenar a orillas del Guadalquivir, en la calle Betis (¿o en la calle Pureza?), impagable recomendación de mi amigo Pablo. Dos días después, Roci nos contaba de la sevillana (¿de Lole y Manuel?) sobre el ser trianero que dice "en la calle Sierpes me siento extranjero".
Pero anoche encendí el televisor y en algún canal daban un reportaje sobre Triana. Un chico joven, con su coletita y barba, pinta flamenca, guiaba a la risueña reportera por el barrio. Entusiasmado le mostraba edificios, callejas, plazuelas, recovecos, el mercado... hasta que en un momento dado, exultante, la introduce en una iglesia:
-Vamo a vé a la Señora de Triana.
Se persigna. Dice bajito:
-Sólo verle la cara, me queo sin habla.
Conduce a la locutora al altar de al lado:
-Y mi Cristo de las tres cruces...
Vuelve a persignarse. Se queda callado. En la cara se lee la emoción. Y al final dice:
-El privilegio más grande de mi vida... 35 años tengo, y creo que será el privilegio más grande de mi vida hasta que me muera, es ir debajo dél.
Ay! quién estuviera en la calle Betis (que es por cierto la que está en la rivera del río) y eso que soy castellano por todos los lados...
ResponderEliminarGracias por este post tan evocador, ¡y de verdad que fue una recomendación nada original! (estaba seguro de que os gustaría)